No es que me sienta especialmente feliz con los resultados de estas pasadas elecciones en Catalunya. Ni triste. La sensación podría definirse más bien como de indiferencia. Era previsible, lógico y esperado. Lo que no acabo de entender aún es que la victoria aclaparadora de los convergentes venga propiciada por un deseo de cambio de la sociedad catalana. En todo caso cambio de caras, de personas, de nombres... pero no cambio en lo fundamental, en las maneras, en las prioridades, en la honestidad, en los proyectos.
Hubiera sido apostar por un verdadero cambio dar la confianza a Iniciativa-Verds, o a Ciutadans, o incluso si me apuras a un crecido y fanfarrón PP. Pero no a CiU, que como bien decía con sorna el slogan electoral socialista, es Mas de lo Mismo, pero de lo mismo que ha hecho el tripartit todo este tiempo: politica conservadora en lo económico y derroche de patriotismo barato para ver quien coloca mas senyeras a sus espaldas.
A estas horas, despues del chaparrón, las mentes pensantes del PSC, desde su sede de la Calle Nicaragua, andarán valorando hipótesis y estudiando resultados. Pero a mi juicio la explicación es clara. Durante dos legislaturas han actuado de espaldas a sus electores. Y les dieron un toque en 2006, y ante su tozudez les han acabado pegando un bocinazo en las orejas.
Que no, que los votantes socialistas de siempre se mueven mas por el PSOE que por el PSC. Que sus verdaderos líderes eran y son Felipe Gonzalez y ZP, que los graneros de votos se encuentran en los barrios obreros, zona metropolitana de Barcelona y feudos de la tradicional izquierda.
A última hora en la campaña han forzado un cambio de estrategia, recuperando el castellano en sus mítines y trayendo a "correcuita" a los históricos del partido.
Pero esta vez no les ha funcionado el transformismo electoral precipitado, este domingo no han sido capaces de vender la moto.