lunes, 24 de enero de 2011

Tiempo muerto...

Difícil momento el que atraviesa la Penya. Intervenido económicamente después de acceder a un concurso de acreedores, y aturdido en lo deportivo, con lesiones importantes de sus hombres claves, y demasiados minutos en pista para esos jovenes/niños (ayer Homs salió a jugar ante Cajasol con tan solo 16 años) de la cantera que en otras épocas nos han encumbrado en lo más alto del baloncesto europeo.

Y no creo que sea tiempo de reproches hacia la dirección del club dirigido por Jordi Villacampa. Tomó las riendas en uno de los momentos más oscuros de la historia reciente del CB Joventut, y se ha esforzado por mantenerlo a flote. Durante su mandato han triunfado dos de las mejores estrellas que ha formado la escuela badalonesa: Rudy Fernández y Ricky Rubio. Ha luchado por amarrar a un patrocinador como DKV que ha permanecido dando soporte al club más tiempo de lo que había estado cualquier otro. Y ha contado en su haber, con el acierto de contratar técnicos de la categoría de Aito G. Reneses y Pepu Hernández.


Pese a todo, no sería tan grave la situación si en la liga ACB todos los equipos participasen en igualdad de condiciones. Y esto no es así desde el momento en que, caso inédito en el basquet mundial, dos de los contendientes, precisamente los que destacan en los primeros puestos de la clasificación, son en realidad clubes de fútbol.

Algo que desvirtúa flagrantemente la competición, puesto que ninguno del resto de clubes pueden competir en potencial económico al estar obligados a administrar los ingresos que les reportan los 10 mil seguidores que acuden a sus pequeños pabellones, en desventaja ante los más de 100 mil que llenan Camp Nou y Santiago Bernabeu.

Complicado presente para nuestra entidad verdinegra e incierto futuro, si no cambian radicalmente algunos aspectos del basquet español del siglo XXI.