viernes, 6 de diciembre de 2013

El "procés" hacia la fractura social.


Parece ser, según leo de ciertas fuentes cercanas a esta coalición, que en el seno de Iniciativa-Verds se empiezan a escuchar las primeras voces discrepantes con la deriva soberanista emprendida por la dirección.

De ser ciertos esos rumores, cosa que no me extrañaría lo más mínimo, este partido seguiría la estela de las dos fuerzas hegemónicas del panorama electoral catalán (CiU y PSC). Dos partidos que están a un paso de saltar por los aires, precisamente por motivos inversos los unos de los de los otros, y que es posible que acaben pagando caro, en apoyo electoral, sus evidentes contradicciones y ambigüedades calculadas con las que aún, a estas alturas de la película, continúan moviéndose en el espeso lodo nacionalista que amenaza con engullir cualquier atisbo de discrepancia ideológica y moral.

Y cosa es que no me preocupe demasiado, el previsible estallido y descomposición de todas esas fuerzas políticas. Allá ellos, al fin y al cabo se lo han buscado, si acaban siendo víctimas de la exacerbada polarización a la que nos han llevado.

Mucho más me preocupa, sin embargo, la enorme fractura social que por culpa de sus acciones ha provocado un enrarecido ambiente social en el día a día del ciudadano corriente.

Una radicalización que ha acabado enfrentando a catalanes contra catalanes, situados en dos orillas antagónicas que no admiten matíz alguno: o estás con nosotros o eres uno de ellos.

Así todos somos testigos ya de que el tema independentista es evitado premeditadamente en cualquier charla o tertulia entre familiares y amigos, por el riesgo de acaloradas discusiones, aderezadas de prejuicios e insultos varios, que en ocasiones acaban dañando las propias relaciones humanas que les unen socialmente.

Hasta tal punto parece estar llegando la animadversion identitaria que muchos jóvenes y adolescentes comienzan ya a elegir su círculo de amistades o sus relaciones sentimentales en función del compromiso del otro hacia la causa y su afinidad patriótica.



De todas maneras no voy a entrar aquí en el juego maniqueo de la equidistancia. La postura y las formas de las dos partes enfrentadas no son para nada similares. Existe un dogma aceptado y bien visto, el soberanista, y otro que es estigmatizado continuamente por la presión del entorno, y que acaba por prudencia ocultandose. Tan solo se saca a relucir si ya se conoce previamente la tendencia del interlocutor, y se hace casi siempre bajando el tono de voz en lúgares públicos hasta acabar con unos ligeros susurros que admito haber llegado a utilizar casi involuntariamente.

Seria algo así como llevar al niño al colegio un lunes luciendo la camiseta del Barça, o por el contrario vistiendo la albiceleste del RCD Espanyol o la roja de la selección. Esos dos actos espontáneos no son en absoluto equiparables. ¡¡A ver quién es el valiente!!

Y en este proceso, sí es realmente un inquietante proceso, no se vislumbra un final feliz, con consulta o no-consulta, más bien al contrario, el devenir de los acontecimientos no hará más que radicalizar las posturas y enfrentar mas si cabe los dos bandos en función del fracaso, frustración o éxito de todas sus aspiraciones y anhelos soberanistas.
 





Llegados a este punto, al que nunca nos deberíamos haber dejado arrastrar como pueblo, es cuando espero que algún que otro dirigente mesiánico que no ha sabido estar a la altura del momento ni de las circunstancias tenga que rendir cuentas por este envenenado legado que nos va a acompañar durante los largos años venideros.