jueves, 2 de abril de 2015

No Sin Mi Camara



En mi última salida tan solo ví una. Parece evidente que las cámaras de fotos están quedando relegadas al olvido ante el auge de los nuevos smartphones con capacidades fotográficas. Aun se puede observar alguna réflex superviviente de esta dura batalla, aunque las tradicionales compactas parecen haber pasado a mejor vida.
 


Ni siquiera en días especialmente marcados para lucirlas se salvan. Un domingo de ramos, por ejemplo, con los niños impecablemente vestidos para la ocasión no parece suficiente motivo. Y los padres pululan inquietos alrededor de los pequeños, teléfono móvil en ristre, tocando impulsivamente una pantalla táctil deslumbrada por unos intensos rayos de sol de mediodía, mientras de fondo se escucha un murmullo generalizado: Ya me la pasarás, me la envías a mi wasap!

Esta muy bien tener la posibilidad de poder fotografiar algo en cualquier momento. Esa situación inesperada o esa duda consultada a través del móvil:
¿Cual cojo esta o esa? Mejor la roja, parece mas bonita. Gracias.




Sin duda tiene muchas ventajas saber que puedes contar con algo que siempre te acompaña a todas partes. Pero cuando sabes que ese día toca hacer fotos, perdonadme, yo sigo prefiriendo mi cámara.


Principalmente, entre otros, por estos 3 motivos básicos:


  • Calidad: Comparemos, si el arte de la fotografía consiste en utilizar la luz para componer imágenes, es imposible que un objetivo del tamaño de un grano de arroz lo pueda hacer igual de bien que un conjunto de lentes esféricas, diseñadas especialmente para ese fin.
  • Versatilidad: Aunque muchos parezcan ignorarlo. El smartphone no tiene zoom. Al menos uno de verdad, óptico. Confórmate con sacar primeros planos y olvida aquello que se pierde en la distancia.
  • Ergonomía: Sigo adorando el tacto, las formas de mi cámara. Sujetarla con dulzura y firmeza al mismo tiempo, acariciándola como si de mi particular amante se tratara, para sentir, en el momento elegido, como la cortinilla del obturador captura el ansiado trofeo. Mucho mejor que sostener forzando equilibrios un tablero rectangular de solo unos milímetros de espesor que no hay por donde coger y sintiendo siempre como que te sobran dedos.




El porque de tan rotundo éxito de las fotos con móvil lo apuntaba antes. Ya no nos importa tanto captar el momento lo mejor posible, sino tener la ocasión en escasos segundos de divulgar lo que estamos haciendo. Es esa posibilidad de publicar al instante esas imagenes a través de redes sociales e Internet lo que nos seduce, mas que el concepto clásico de la foto como recuerdo. Ni siquiera nos apetece tener recuerdos. Son tantas las instantáneas que sacamos a lo largo de un mes, que difícilmente vamos, pasado algún tiempo, a revisar y disfrutar de esas antiguas fotos. Eso si no acaban desapareciendo para siempre ante un desastre tecnológico que nos estropea el aparato en cuestión. Y adiós muy buenas!




Otro engendro repelente reciente es el famoso "palo de selfie". Un gadget que ayuda muchísimo al ego particular de cada uno, colocándonos por sistema en el centro de nuestro universo. Nada que ver con mi filosofía fotográfica, en donde suelo evitar casi siempre que mi desaliñada imagen pueda arruinarme una buena foto. Para mirarme ya hago servir los espejos, y poco.