sábado, 3 de septiembre de 2016

Criaturas feroces


Cuando visitas el CRAM (Centro de Recuperación de Animales Marinos) situado en la playa de El Prat, y te informan y explican la labor que hacen en el cuidado y atención de diversos ejemplares encontrados con problemas graves de salud, todos salimos encantados con el proyecto (que apenas recibe financiación de nadie).




Al mismo tiempo todos vemos con cierto grado de satisfacción como especies al borde de la desaparición se han salvado y reintroducido en hábitats idóneos, en donde reproducirse y vivir en libertad. Ejemplos de ello los tenemos en la reintroducción de la nutria y el oso en el Pirineo catalán, del lobo en las montañas asturianas o del lince en las sierras del centro y sur de la península ibérica.

Entonces ¿porqué al mismo tiempo surge una corriente con la creencia de que el Zoo de Barcelona debe desaparecer? Cuando son numerosos los centros y organismos dispersos por toda la geografía, con escasos recursos económicos y una labor abnegada de sus voluntarios, que trabajan día a día en hacer posible todo esto.

¿Muchos de esos ciudadanos tan obcecados en el cierre se han parado a pensar si las condiciones en que tienen a sus mascotas son las mejores? Si sus animales, a los que tanto aman, ¿no serian mas felices en viviendas mas amplias y con mas tiempo de dedicación por parte de sus dueños? O ese canario, pez, serpiente o tortuga que tenemos en casa ¿no sería más feliz viviendo en libertad que en las reducidas dimensiones de su acuario, jaula o terrario? Ciertamente percibo diversas dosis de hipocresía en algunas opiniones que participan en este debate.


Yo también comparto la tesis de que el Zoo (en sus actuales condiciones) no puede continuar. Hace décadas que las diversas administraciones se han desentendido del problema de colapso y envejecimiento que sufren sus instalaciones.


 
Pero ese abandono y desinterés por parte de los políticos no deben cegarnos hasta el punto de acabar con una institución que, en condiciones óptimas de espacio y recursos, tiene un gran trabajo por delante.
 

El Zoo de Barcelona debería continuar, pero no como simple escaparate de bichos para contemplación de niños y mayores, sino adoptando el modelo de zoo moderno que funciona con bastante éxito en lugares tan dispares como el Parque de la Naturaleza de Cabárceno en Cantabria, o la Reserva Africana de Sigean en el Languedoc. 



Lugares con amplios espacios abiertos, en donde los animales viven en condiciones de semilibertad, y en donde al mismo tiempo podrían llevarse a cabo todas esas labores de estudio, conservación, cuidados, divulgación y reintroducción que mencionaba antes.