martes, 14 de junio de 2016

De sangre y odio.


De entre los recuerdos de mi infancia perduran las imágenes que daban comienzo a todos los telediarios de la época. Solían mostrar coches convertidos en grandes amasijos de hierros, rodeados de sirenas, ambulancias, sangre, lágrimas... Después se mostraban algunos testimonios que coincidian en lo básico:

- De pronto escuche un estruendo terrible, pensé que había explotado una bombona de butano...

No, ni esa señora con bata de estar por casa, ni yo, ni nadie daba verosimilitud a esa primera impresión. Vivir en la Euskadi de los años 80 era convivir con el miedo, las amenazas y el tiro en la nuca. Por mucho que cualquier ciudadano de bien intentara evadirse, mirar hacia otro lado o no darse por enterado, resultaba imposible. La realidad era así de cruda.





Recuerdo un país intentando superar una etapa oscura, y abierto al dialogo, a la libertad y a la concordia. Amenazado una y otra vez por unos violentos, que si durante los últimos años de dictadura franquista habían podido albergar alguna justificación, la habían perdido salvajemente con el paso de los años.


Recuerdo la prudencia y la cautela de los familiares que vivían en la zona cero de la tragedia. Evitando las conversaciones políticas, y reservandolas para la seguridad e intimidad del hogar. Tan solo compartidas con personas de total confianza, y en voz baja y pausada... las paredes oyen.


Algo así como las imagenes que guardaba de crio cuando arremolinados ante aquel viejo aparato de radio mi padre y mis hermanos mayores escuchaban la clandestina "Radio Pirenaica". Algo así, en efecto, pero bajo el yugo de otra dictadura impuesta con bombas lapa y amonal.


Recuerdo ya mas mayor, en 1987, haciendo la mili en aquella base aérea de tierras castellanas, estando en formación, cuando escuché un susurro:

-Eh, los de Barcelona, acaban de decir en las noticias que ha habido una explosión en un centro comercial, hay bastantes muertos.

Y mi corazón latiendo a cien por hora, sabiendo que aquello era en mi barrio, en un lugar en donde a veces hacían la compra mis familiares, amigos y vecinos.







Recuerdo tantas cosas...


Por eso siento tanta rabia e indignación cuando descubro esas nuevas lecturas que algunos hacen de aquella trágica etapa. Justificando, y equiparando en el mismo peso de la balanza las dos partes enfrentadas, cuando los muertos eran siempre del mismo bando, cuando la comparación entre ETA y los GAL es tan desproporcionada como insultante. Cuando se exhibe como héroes a políticos que nunca hicieron nada para condenar y acabar con aquella barbarie.


Quizá es la forma de analizar unos hechos lejanos en el tiempo por gentes que apenas superan los veintitantos años de edad. Y que solamente buscan datos e impresiones distorsionadas y fáciles de manipular con los idearios y con el paso del tiempo.

Pero yo lo viví. Y afortunadamente no me falla la memoria.