Hoy me quedé con la soledad como compañera de piso, y gracias a la magia de internet pude rescatar las melodías y canciones que formaron parte de la banda sonora, ya tan alejada, de mi niñez...
Por eso me acordé de tí. De tus consejos y tu protección, cuando dí mis primeros pasos cogido de tu mano. De tí, que nos dejaste cuando tu enorme corazón no tuvo más fuerzas para seguir.
Y me acordé de tí también, de tus canturreos los domingos por la mañana alegrandonos a todos con el tintineo de aquella botella de bordes cuadriculados medio llena de un néctar tan dulce y fuerte a la vez. Y de como me supiste transmitir todo lo que soy ahora.
Y me acordé de todos vosotros, cuando coincidíamos en la cama más grande de la casa, al despertar, para compartir con los demás vuestros problemas, vuestras alegrías y tristezas, como si así todos pudiéramos formar parte de ellas.
Y me acordé también de tí, de larga melena rubia, hermosa, cuando hacía lo posible por coincidir contigo en el patio del colegio, para capturar el gran regalo de tu dulce e inocente mirada cruzandose con la mía.
Y me acordé de tí, y de cómo te fuiste antes de tiempo, cuando la vida comete una de esas injusticias que no deberían estar permitidas. De tu testarudez y también de tu enorme bondad hacia los que considerabas tus amigos.
Y me acordé de vosotros, pequeños bichillos alados, que llenabais las mañanas de aquel cuarto excesivamente soleado, piando para hacerme entender que queríais salir a volar o daros un chapuzón para adecentar vuestro brillante plumaje.
Y me acordé de aquella calle de Nou Barris de suelo arenoso, de los chiquillos que formábamos parte de la pandilla. De aquel coche de un llamativo color amarillo y del penetrante olor a nuevo el día que subí por primera vez.
Y recordé también la mosca de la tele, de nuestra tele en blanco y negro. Y el pueblo, al que acudía cada socofante y tórrido verano del sur. Y las gomas de borrar de tan suculento aroma, y del vermut de antes de comer, y de cómo me enamoraste...
Hoy me acordé de todos.