domingo, 8 de mayo de 2011

Falsa realidad

Cualquier imagen es susceptible de ser manipulada. Hoy más que nunca, con los medios que tenemos a nuestro alcance, modificar una simple fotografía o un video para que muestre una cosa diferente de lo que ocurrió está al alcance de todo el mundo. Y no me refiero solamente, que también, a los sencillos retoques que como aficionados a la fotografía podemos realizar para que el álbum de fotos de nuestras últimas vacaciones luzca más atractivo y espectacular a la vista, corrigiendo exagerados contrastes, o recortando algún encuadre desafortunado en donde aparecen objetos que restan todo encanto a la instantánea.

Me refiero más bien, y he aquí el peligro de poner en riesgo la veracidad de las informaciones, a la manipulación intencionada y con ánimo de tergiversar la realidad, que en los últimos tiempos se ha venido detectando por medio de periodistas sin escrúpulos o de políticos cuya ambición les impide renunciar al engaño y la mentira.

Con tanto retoque fotográfico y edición de video ha dejado de ser real aquel dicho popular de "una imagen vale más que mil palabras", puesto que una mentira tiene aún más valor.

De esta manera es muy sencillo transformar la realidad. Y mentir y engañar a la opinión pública. Por eso en algunos ámbitos como en el del fotoperiodismo o en los profesionales de la moda se reclama a voces alguna normativa para dotar de mayor veracidad a las fotografías expuestas. Alguna medida que vuelva a dotar de valor, de certeza, a la presentación de un hecho, de cualquier acontecimiento.

Por un lado apuntaría a la creación de un sello que otorgue la fiabilidad de que una foto que lo muestre acredite no haber sido manipulada, que es realidad en estado puro, tal y como apareció en su momento ante el objetivo de la cámara.

Por otro, algún código deontológico, al estilo de médicos o abogados, para que todo profesional del periodismo se comprometa a no transformar una imagen con fines oscuros y hacerla pasar por real, bajo la amenaza de caer sobre él todo el peso de la justicia y llegar incluso, si la importancia del hecho así lo aconsejara, a inhabilitar de por vida a dicho reportero gráfico. Cuestión de ética.