Había superado la primera prueba, los temibles tests psicotécnicos, y mi escepticismo inicial se convirtió de pronto en esperanza. ¿Y si después de todo fuese posible llegar a la meta?
Me citaron junto a otros 8 o 9 aspirantes, no recuerdo bien la cantidad exacta, en una sala rectangular con una mesa en el centro.
Presentaciones, preguntas formales, ¿en que has trabajado antes? ¿porque quieres entrar en esta empresa? Nos intentan poner a prueba desanimandonos sobre las posibilidades de acabar formando parte fija de la plantilla. Pero hay que intentarlo, me encuentro en una edad y en un momento en que no lo tendré nada fácil para recomponer mi vida laboral después de la agonía lenta de la copistería donde me dejé tantos años.
Nos plantearon algún hipotético problema, explicamos como saldríamos airosos de él, y pasamos al punto fuerte, la prueba de rol.
La situación fué de encontrarnos todo el grupo en una isla deshabitada a donde sólo podíamos llevar tres objetos de una larga lista en el papel.
Semillas, una vaca, una azada, libros, caña de pescar, una brújula, una canoa... repaso minuciosamente todos y cada uno de los recursos y anoto mis tres opciones en la hoja.
Cuando comenzamos a exponer nuestras propuestas me doy cuenta de lo que imaginaba, casi todos se han centrado exclusivamente en proveerse de alimentos para subsistir.
La vaca para tener carne, las semillas para plantar, la caña para pescar. Aprovecho mi turno para explicar que con sólo 3 alternativas posibles no podemos pensar únicamente en una dieta variada, con ser esto importante, sino que necesitamos alguna otra cosa para salir adelante, y entonces los sorprendo a todos diciendo que nos sería muy útil contar con el caballo.
Detecto caras de contrariedad, como pensando ¿que dice este? Intento dar mis argumentos lo más sereno y confiado posible, no conviene demostrar prepotencia. El caballo nos sería imprescindible para desplazarnos por una isla de tamaño considerable, y de tener a nuestro alcance la parte habitable, la parte fértil, la costa y el interior. Además, y ahí puse toda la carne en el asador, debemos pensar mucho más en ello si pretendemos formar parte de una empresa que se dedica al transporte de personas.
Al decir esto último lancé un disimulado pero rápido vistazo a mi alrededor: seguí viendo expresiones de desacuerdo, pero también a alguno de mis compañeros poner cara de: uff nos acaba de sacar ventaja... así como tímidos asentimientos por parte del lado oscuro de la mesa.
Acabada la prueba, me acerqué diligente a una de las entrevistadoras para disculparme por haber olvidado mi currículum y comprometerme en llevarlo esa misma tarde. Cuando aquella señora me respondió con cierto afán: sí sí por favor, lo queremos... intuí por vez primera que mi futuro podía estar a punto de iniciar una nueva etapa.